Redefinición de la metodología por proyectos
Stimson y su
“Home Project Plan”
La metodología por
proyectos fue cada vez adquiriendo más simpatizantes aunque no alcanzó gran popularidad
hasta que Rufus W. Stimson del Massachussetts Board of Education empezó su
campaña por la popularización de su “Home Project plan” en agricultura hacia
1910. Según este plan, a los alumnos se les presentaban unos conocimientos
teóricos en la escuela (sobre las verduras, por ejemplo), aplicando
posteriormente dichos conocimientos en el cultivo de zanahorias, judías o
guisantes en las granjas de sus padres. Miles de copias se los panfletos de
Stimson se distribuyeron por todas las instituciones educativas de EEUU. Este
fue el primer contacto que la mayoría de profesores tuvieron con la metodología
por proyectos. Se percibió como un ejemplo de que era necesario atender a la
demanda de una nueva psicología de educación, según la cual a los niños no se
les llenaría el cerebro con conocimientos pasivos sino que los niños se
embarcarían en proyectos donde el aprendizaje aplicado les serviría para
desarrollar su iniciativa, creatividad y juicio crítico.
Kilpatrick y
su redefinición de la metodología por proyectos
El término
“proyecto” debía ser redefinido para poder ser aplicado de un modo más general.
Esta tarea fue asumida por William H. Kilpatrick,
filósofo educativo y colega de Richards y Dewey en la Universidad de Columbia a
través de su ensayo “The Project Method” publicado en 1918.
Kilpatrick basó el
concepto de su idea de “proyecto” en la teoría sobre la experiencia enunciada
por Dewey: los niños debían adquirir
experiencia y conocimiento a través de la resolución de problemas prácticos en
situaciones sociales. Kilpatrick sufrió asimismo la influencia de la psicología
del aprendizaje de Edward L. Thorndike, que defendía que toda acción hacia la
cual existía una inclinación proporcionaba satisfacción resultando así más
probable que se repitiera en el futuro que una acción que proporcionara
aburrimiento. De lo anterior, Kilpatrick concluyó que la psicología del niño
era el elemento crucial en el proceso de aprendizaje. Consideraba que los niños
debían decidir libremente lo que querían hacer, confiando que la motivación y
el éxito en el aprendizaje sería tal que los niños conseguirían alcanzar los
objetivos necesarios.
Para Kilpatrick,
cualquier acto realizado por el niño adquiría la dimensión de “proyecto” con la
única condición de que para el niño fuera un acto realizado con un propósito
concreto. Los ejemplos podrían variar desde construir una máquina o resolver un
problema matemático hasta ver una puesta de sol o escuchar una sonata de
Beethoven. A diferencia de sus antecesores, Kilpatrick no vinculaba el proyecto
a ningún área de conocimiento concreto, no resultando ni siquiera necesaria la
participación activa de los niños. De este modo, los niños que representaban
una obra de teatro estaban llevando a cabo un proyecto, al igual que lo hacían
los niños sentados que veían la obra representada.
Para Kilpatrick los
proyectos tenían 4 fases: decidir el
propósito del proyecto, elaborar un plan de trabajo que permita su resolución,
ejecutar el plan diseñado y evaluarlo. La progresión ideal se alcanzaba
cuando las cuatro fases eran alcanzadas por el niño y no por el profesor.
Kilpatrick insiste
en la necesidad de que aquello que se
estudia resulte interesante para los alumnos y sea de utilidad. Un proyecto
de trabajo debe ser una propuesta
entusiasta de acción, capaz de
motivar a los alumnos que deben realizarlo colectivamente, pero también
debe tener una dimensión práctica
que permita mejorar algún aspecto de la realidad.
La crítica de
Dewey y el retorno al concepto tradicional
A principios de los
años 20, la idea sobre los proyectos formulada por Kilpatrick atrajo la
atención de muchos profesores que empezaban a considerar viable este modo de
enseñar. Sin embargo, esta metodología recibió también gran resistencia en varios
frentes que incluían tanto a conservadores como progresistas.
Resulta chocante que
John Dewey, que había sido el profesor y amigo de Kilpatrick, interviniera en
la discusión poniendo en tela de juicio las proposiciones de su discípulo con
los siguientes argumentos:
a) Para Dewey el
proyecto no era (a diferencia de Kilpatrick) una empresa únicamente del niño
sino más bien una empresa común de maestro y alumnos. Consideraba también que
los niños no eran capaces de planificar proyectos de un modo eficiente sin la
ayuda del profesor.
b) Dewey consideraba
que el planteamiento de su discípulo hacía que los proyectos se rigieran
básicamente por el puro deseo arbitrario o la impulsividad de los alumnos.
c) Los proyectos
iniciados por los niños podrían resultar demasiado complejos en el
planteamiento de Kilpatrick, por este motivo, la labor del profesor para
seleccionar los proyectos adecuados era fundamental para Dewey.
La crítica de Dewey
y de otros educadores hicieron que la popularidad de la metodología por
proyectos decayera de forma muy importante hasta el punto de que el propio
Kilpatrick llegó a admitir que se había equivocado en gran medida al plantear
su planteamiento de la metodología por proyectos, llegando incluso a
abandonarla.
Retorno del concepto
de “proyecto” a Europa
A principios del
siglo XX, los Estados Unidos se habían establecido claramente como la primera
potencia mundial. Su influencia se reflejaba no sólo en la política o en el
comercio sino también en la educación. Al igual que Europa, Estados Unidos se
había convertido en un importante exportador de innovación y de planteamientos
innovadores en educación. El método de proyectos empezó a ser discutido en
Canadá , Argentina, Reino Unido, Alemania, India y Australia. Sin embargo, el
centro de la discusión tuvo lugar en Rusia.
En Rusia, desde la
revolución de 1917, se realizaron esfuerzos importantes para desarrollar
alternativas progresistas a la burguesía y al método capitalista de enseñar a
través de libros y clases magistrales. Dicha metodología se introdujo en Rusia
a comienzos de los años 20. En los años 30, la metodología por proyectos era
considerada como el único método realmente marxista y democrático de enseñar.
El proyecto era la forma ideal de combinar los planteamientos internos teóricos
con la práctica revolucionaria y de acelerar la transición de capitalismo a
comunismo.
Finalmente, a
finales de los años 30, esta metodología empezó a perder popularidad al
considerarse que no era la más apropiada para aumentar la producción industrial
necesaria para el país, hasta el punto de que tras la Segunda Guerra Mundial,
en ningún país del bloque soviético se hablaba ya de la metodología por
proyectos.