CUARTO PERIODO (1915‐1965)


Redefinición de la metodología por proyectos
Stimson y su “Home Project Plan”
La metodología por proyectos fue cada vez adquiriendo más simpatizantes aunque no alcanzó gran popularidad hasta que Rufus W. Stimson del Massachussetts Board of Education empezó su campaña por la popularización de su “Home Project plan” en agricultura hacia 1910. Según este plan, a los alumnos se les presentaban unos conocimientos teóricos en la escuela (sobre las verduras, por ejemplo), aplicando posteriormente dichos conocimientos en el cultivo de zanahorias, judías o guisantes en las granjas de sus padres. Miles de copias se los panfletos de Stimson se distribuyeron por todas las instituciones educativas de EEUU. Este fue el primer contacto que la mayoría de profesores tuvieron con la metodología por proyectos. Se percibió como un ejemplo de que era necesario atender a la demanda de una nueva psicología de educación, según la cual a los niños no se les llenaría el cerebro con conocimientos pasivos sino que los niños se embarcarían en proyectos donde el aprendizaje aplicado les serviría para desarrollar su iniciativa, creatividad y juicio crítico.
Kilpatrick y su redefinición de la metodología por proyectos
El término “proyecto” debía ser redefinido para poder ser aplicado de un modo más general. Esta tarea fue asumida por William H. Kilpatrick, filósofo educativo y colega de Richards y Dewey en la Universidad de Columbia a través de su ensayo “The Project Method” publicado en 1918.
Kilpatrick basó el concepto de su idea de “proyecto” en la teoría sobre la experiencia enunciada por Dewey: los niños debían adquirir experiencia y conocimiento a través de la resolución de problemas prácticos en situaciones sociales. Kilpatrick sufrió asimismo la influencia de la psicología del aprendizaje de Edward L. Thorndike, que defendía que toda acción hacia la cual existía una inclinación proporcionaba satisfacción resultando así más probable que se repitiera en el futuro que una acción que proporcionara aburrimiento. De lo anterior, Kilpatrick concluyó que la psicología del niño era el elemento crucial en el proceso de aprendizaje. Consideraba que los niños debían decidir libremente lo que querían hacer, confiando que la motivación y el éxito en el aprendizaje sería tal que los niños conseguirían alcanzar los objetivos necesarios.
Para Kilpatrick, cualquier acto realizado por el niño adquiría la dimensión de “proyecto” con la única condición de que para el niño fuera un acto realizado con un propósito concreto. Los ejemplos podrían variar desde construir una máquina o resolver un problema matemático hasta ver una puesta de sol o escuchar una sonata de Beethoven. A diferencia de sus antecesores, Kilpatrick no vinculaba el proyecto a ningún área de conocimiento concreto, no resultando ni siquiera necesaria la participación activa de los niños. De este modo, los niños que representaban una obra de teatro estaban llevando a cabo un proyecto, al igual que lo hacían los niños sentados que veían la obra representada.
Para Kilpatrick los proyectos tenían 4 fases: decidir el propósito del proyecto, elaborar un plan de trabajo que permita su resolución, ejecutar el plan diseñado y evaluarlo. La progresión ideal se alcanzaba cuando las cuatro fases eran alcanzadas por el niño y no por el profesor.
Kilpatrick insiste en la necesidad de que aquello que se estudia resulte interesante para los alumnos y sea de utilidad. Un proyecto de trabajo debe ser una propuesta entusiasta de acción, capaz de motivar a los alumnos que deben realizarlo colectivamente, pero también debe tener una dimensión práctica que permita mejorar algún aspecto de la realidad.
La crítica de Dewey y el retorno al concepto tradicional
A principios de los años 20, la idea sobre los proyectos formulada por Kilpatrick atrajo la atención de muchos profesores que empezaban a considerar viable este modo de enseñar. Sin embargo, esta metodología recibió también gran resistencia en varios frentes que incluían tanto a conservadores como progresistas.
Resulta chocante que John Dewey, que había sido el profesor y amigo de Kilpatrick, interviniera en la discusión poniendo en tela de juicio las proposiciones de su discípulo con los siguientes argumentos:
a) Para Dewey el proyecto no era (a diferencia de Kilpatrick) una empresa únicamente del niño sino más bien una empresa común de maestro y alumnos. Consideraba también que los niños no eran capaces de planificar proyectos de un modo eficiente sin la ayuda del profesor.
b) Dewey consideraba que el planteamiento de su discípulo hacía que los proyectos se rigieran básicamente por el puro deseo arbitrario o la impulsividad de los alumnos.
c) Los proyectos iniciados por los niños podrían resultar demasiado complejos en el planteamiento de Kilpatrick, por este motivo, la labor del profesor para seleccionar los proyectos adecuados era fundamental para Dewey.
La crítica de Dewey y de otros educadores hicieron que la popularidad de la metodología por proyectos decayera de forma muy importante hasta el punto de que el propio Kilpatrick llegó a admitir que se había equivocado en gran medida al plantear su planteamiento de la metodología por proyectos, llegando incluso a abandonarla.
Retorno del concepto de “proyecto” a Europa
A principios del siglo XX, los Estados Unidos se habían establecido claramente como la primera potencia mundial. Su influencia se reflejaba no sólo en la política o en el comercio sino también en la educación. Al igual que Europa, Estados Unidos se había convertido en un importante exportador de innovación y de planteamientos innovadores en educación. El método de proyectos empezó a ser discutido en Canadá , Argentina, Reino Unido, Alemania, India y Australia. Sin embargo, el centro de la discusión tuvo lugar en Rusia.
En Rusia, desde la revolución de 1917, se realizaron esfuerzos importantes para desarrollar alternativas progresistas a la burguesía y al método capitalista de enseñar a través de libros y clases magistrales. Dicha metodología se introdujo en Rusia a comienzos de los años 20. En los años 30, la metodología por proyectos era considerada como el único método realmente marxista y democrático de enseñar. El proyecto era la forma ideal de combinar los planteamientos internos teóricos con la práctica revolucionaria y de acelerar la transición de capitalismo a comunismo.
Finalmente, a finales de los años 30, esta metodología empezó a perder popularidad al considerarse que no era la más apropiada para aumentar la producción industrial necesaria para el país, hasta el punto de que tras la Segunda Guerra Mundial, en ningún país del bloque soviético se hablaba ya de la metodología por proyectos.